El objeto material de la Antropología filosófica es el fenómeno humano, y que su objeto formal reside en las características humanas que posibilitan dicho fenómeno. En otros términos estudia las condiciones de posibilidad del fenómeno humano. La esencia de la antropología filosófica también puede enunciarse con la siguiente expresión: “estudio del ser humano en cuanto tal”. Esto significa que en el hombre se enfoca aquello que es propiamente el ser humano, aplicable a todo hombre, de cualquier época y latitud. Se puede explicar esto de otro modo: mientras que las demás ciencias antropológicas estudian al hombre en sus manifestaciones, a la Antropología filosófica le compete el estudio del núcleo humano o característica propia de todo hombre, gracias a la cual se producen todas esa manifestaciones enfocadas en las demás ciencias.Algunas posturas sobre el concepto de hombre son:
Platón: La problemática antigua se centraba en la cuestión de la
unidad o dualidad de cuerpo y alma, o en
las clases de alma y el dominio de una de ellas, la razón, sobre las otras.
Para Platón, el alma es el hombre y el alma, de la que distingue tres partes
(concupiscible, irascible y racional) habita en el cuerpo «como un piloto su
navío».
Aristóteles: el alma es la sustancia primera o la esencia del hombre,
pero unida al cuerpo como la forma se une a la materia. El hombre ser social.
Kant: sustituye la problemática de la dualidad de sustancias por la del hombre que pertenece a dos mundos: al mundo fenoménico y al mundo nouménico o inteligible. Por pertenecer al primero el hombre es objeto de estudio de la antropología; por pertenecer al segundo, es una cosa en sí incognoscible, sólo comprensible desde la razón práctica, que entiende el hombre como sujeto moral autónomo y libre. Este doble aspecto del hombre coincide sustancialmente con los planteamientos de la antropología filosófica moderna, que partiendo de la realidad biológica de hombre destaca su especificidad espiritual
Santo Tomás de Aquino
Las ideas de Tomás de Aquino sobre el
hombre son igualmente innovadoras, respecto de las de Aristóteles: el hombre es
un compuesto de alma y cuerpo, pero el alma no es la mera forma del cuerpo, que
perece con él; es su forma, pero le da además el ser y la individualidad: el
hombre existe y es individuo por el alma, principio de vida vegetativa,
sensitiva e intelectual; cada alma posee, a diferencia de lo que sostenían
Averroes y Avicena, su propio entendimiento agente y su entendimiento posible;
cada alma es por lo mismo depositaria de su propia inmortalidad. La autonomía
que atribuye a la razón humana, aun siendo limitada, plantea en principio la posibilidad
de una auténtica actividad filosófica independiente de la fe que, no obstante,
Tomás de Aquino no llega a desarrollar. Escribió comentarios sobre diversas
obras de Aristóteles y practicó todos los géneros literarios escolásticos de
cuestiones disputadas, cuestiones cuodlibetales, tratados, etc.; destacan,
además de las mencionadas, De veritate y De regimine principum.
Pascal el hombre es semejante a los animales, que no son
miserables, pero se ha encontrado en una situación mucho más elevada y el vago
recuerdo que conservó de este primer estado le torna insoportable su condición
actual. La miseria del hombre proviene de la contradicción ente la realidad de
lo que es y el ideal al que aspira. Aspira a la verdad y sólo encuentra error;
aspira a la felicidad y sólo encuentra aburrimiento; aspira a la verdadera
justicia y no encuentra más que a la justicia; aspira al infinito y sólo
encuentra finitud. El hombre se halla, pues, escindido; su vida es un perpetuo
drama». Convertir ese drama en discurso es lo que hace a Pascal un pensador
imprescindible para la antropología filosófica, incluso desde una óptica no
creyente.
Ortega y Gasset: el
hombre no tiene naturaleza sino sólo historia. Con esta tesis Ortega se
incardina en la tradición del vitalismo, que, de Dilthey a Bergson, había
destacado la imposibilidad de utilizar el mismo método aplicado al estudio de
la naturaleza para el estudio de la realidad y la vida humana. Es preciso
volver a pensar radicalmente fuera de los esquemas del realismo y del idealismo.
Para ello es preciso pensar la realidad realmente radical que es la vida, ya
que tanto la misma naturaleza como el intelecto son relativos a ella (ver texto
). La vida reúne en sí misma ambos aspectos: intelecto y naturaleza El Yo y el
mundo forman una totalidad concreta e indivisa, cuyo núcleo es la vida del
hombre. La vida humana no es cosa, ni materia, ni esencia, ni es algo dado; el
hombre no es una res cogitans, sino una res dramatica; un «drama», una unidad
dramática de yo y mundo, es decir, del Yo y su circunstancia: «yo soy yo y mi
circunstancia»